Son miedos intensos, más o menos irracionales a animales, situaciones, sangre, etc.
En algunos casos podemos identificar el suceso que originó la fobia, como sería el caso de un accidente de automóvil que provoca amaxofobia (miedo a conducir); o el ataque de un perro que lleva a la cinofobia (fobia a los perros); no obstante, también es frecuente la imposibilidad de encontrar un suceso que explique la fobia, lo que por otra parte no impide su tratamiento.
Cuando el miedo aumenta de intensidad, resultando imposible de manejar y se generaliza a diversas situaciones, limitando la vida cotidiana, puede ser el momento de acudir a terapia para que gradualmente se adquiera una tolerancia del objeto temido, lo que lleva por otra parte a sentir más control sobre uno mismo.